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objetos fileteados y trabajos especiales

23.3.11

Publicadas por Jorge Molina a la/s 23.3.11

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El filete porteño

El “Filete Porteño” es un oficio que nació en las viejas fábricas de carros a fines del siglo XIX o principios del XX. Alcanzó su época de esplendor (quizá su propio “clasicismo”) en los tiempos en que en las calles de Buenos Aires convivieron carros tirados a caballo, camiones y colectivos y todos ellos llevaban algún fileteado en sus chapas y maderas. Su estética fue marcada de forma indeleble por las condiciones de trabajo de sus tempranos hacedores: presiones, apuros, y competencias mutuas obligaron a transformar y adaptar técnicas pictóricas usadas desde el renacimiento. La rapidez, el virtuosismo y gestualidad de sus trazos, y ciertas “picardías” (engaños para el ojo) son parte constitutiva de su esencia.
Desde su nacimiento han pasado más de 100 años. Aún hoy es posible encontrar “realizadores” tan clásicos y tradicionales como antaño pero es indudable que algo viene cambiando en el “filete porteño”. Es sencillo comprobar que se han multiplicado los soportes (de carros, camiones y colectivos se ha pasado a restaurantes, hostels y hasta pelo engominado), han evolucionado los materiales (esmaltes, aceites y solventes a pinturas acrílicas, epoxis, etc.). Sin embargo: -el estilo se mantiene-, incluso hoy mismo cuando se habla tanto del “filete porteño” como un “arte” hay quienes están muy preocupados por su conservación cuasi clorofórmica (más propia de forenses que de pintores).
Este blog propone justamente interpelar, cuestionar, o quizá simplemente “jugar” con el filete. Propone abrir las fronteras, explorarlas, hurgar en ellas y propiciar un espacio de encuentro entre filete y pintura, en el que estos dos oficios dialoguen de igual a igual (atención, no confundir con hacer una pintura cualquiera y ponerle un marco fileteado alrededor). Entonces, a romper el marco, hacer saltar los filetes hacia adentro de la pintura, o las figuras de la pintura hacia afuera, poner a bailar luces y colores, y abrir la posibilidad de que se transformen mutuamente. Al final quedará quizá sólo la huella que deja el filete porteño en un pintor y da cuenta de aquello que se impregna en un fileteador cuando pinta con libertad.
Jorge Molina

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